lunes, 8 de agosto de 2011

Decir esto:

Desiertos sólo los cuentos que de su tema no avisan. Dan prioridad a esas adivinanzas que tanto detesto y que se niegan a ser respondidas por el mismo terror de sí mismas. Uno no se enfrente a lo que le aturde, pues en su combate aún siente el hormigueo hasta su corazón, corazón que no está para tales increíbles esfuerzos, sino para calmar ansias menos drásticas. Hoy nada se dibujó tan tupido como el tiempo que estuve tratando de llenar mientras me sentí tan alejada de vacíos. Es una sensación extraña, como blindada, pero cuya cualidad no protege, en absoluto, de nada. Tiempo hacía que no me atrevía a comprender las cosas a través de tan densa neblina. Siento cansancio, pesadez, mansedumbre y nunca frío. Humedad. El mínimo rastro del viento se agradece y entonces se entiende lo que antes traté de advertirles pero con palabras más aromáticas. No se abraza la certeza con la claridad, no del todo.

Voy a pandear todas mis repisas, así como agotaré mis reservas de agua. Infructífero el camino que no saca sudor, que no deja marcada una vereda. Jamás podré reconocer el lugar en el que ahora me encuentro, jamás aunque algún día aquí, claramente y por la mañana, me encuentre a solas sentada frente a una mesa dispuesta para ser desayunada. Hay almuerzos que se olvidan para siempre, sin contar con las conversaciones a las que ni aludo, pues no sé si existieron o si prefiero creer que así fue.

Así fue. Mientras uno siembra de noche puede llegar a cosechar cenizas durante el día. Nubes de cenizas hacen llorar mis ojos, perfuman mis ropas. La esperanza viene a ratos con su frescura. Sólo queda respirar profundo y retener en la memoria lo que por todos lados ya se comenzó a desbordar. Poros. Tantos como pelos tengo. O quiero imaginar. Secretos parecían, aunque más claramente, murmullos. Estuve sofocada hasta que me liberé de mis demonios. De ciertos no sólo trataban los cuentos que a mí Me contaba.

No hay comentarios: