lunes, 26 de marzo de 2012

Despertar de ti

Corrí como si hubiera tenido que tener miedo de algo. A cada gran paso caída en charco. Pasos huyendo del viento, otros de gotas de lluvia que empezaban por donde venía y me sorprendían a donde llegaba. Todavía encontré a vecinos apresurándose a guardar sus cosas en casa. Ellos reían, pero a mí esta clase de tormentas no me agradan, me traen todas las sospechas que durante días soleados quedan resguardadas. Así entonces llueve por todos lados, de arriba para abajo, de un lado para otro y de adentro hacia afuera, provocando remolinos que empapan aunque sólo se salga por unos minutos y se regrese más pronto a casa de lo que costó haberse preparado para salir. Todo mojado; chanclas, short, camisa, suéter, cabello y si hubiera traído más ropa, más ropa nombraba.

El día no sólo se atardece mientras nosotros andamos teniendo nuestras mejores pesadillas. Culpo a los truenos de haberme despertado, al viento que hacía golpear al candado contra la puerta y a los vecinos que, dando sus propios grandes pasos, corrían porque ya tomaban precauciones que sólo a los despiertos da tiempo de tomar. El regreso a casa es tanta agua y algo de respiración agitada, ligeros pasos por culpa de impredecibles circunstancias provocan ruido suficiente para despertarlo, pero no para mantenerlo así.

Quise ver desde la comodidad la lluvia, se molestó porque él todavía quería dormir. Y es que aunque es tanta y empaña y el día ya andaba medio atardecido, entraba toda la luz que a mí me hace siempre falta para pensarme segura, despierta, abierta, fresca de espacio pronunciado con indiferencia de la lluvia hacia afuera. Tengo todo allá mientras con serenidad puedo permanecer aquí adentro. Tal me basta, pero de repente tengo que verlo para seguírmela creyendo. Amor no te despertaré, amor sólo será una esquinita de luz la que inunde nuestra cama.