sábado, 16 de julio de 2011

Tres y algo de la mañana


Justo ahora estoy encerrada en el cuarto de lavado. Madre está dormida y padre también. En la casa todas las luces apagadas. En el edificio sólo se escucha el subir y bajar de un elevador que por las noches se vuelve loco, y el gotear de los restos de lluvia.

Acaban de cambiar el foco del cuarto de lavado. Antes todo a medio oscuras con tonos rojizos deslavados. Ahora todo blanco y resaltando en cada uno, los verdaderos colores del mosaico.

Sube y baja y en su recorrido sí hace temblar al edificio. A mí nadie me engaña, ni los ronquidos de mi padre, ni el dejar de sollozar de mi madre.

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